
Esta rocambolesca historia fue un invento del fotógrafo español Juan Fontcubierta (de hecho Iván Istochnikov no es más que una traducción al ruso de su nombre) para una exposición de la Fundación Telefónica. Uno de los grandes bulos de la cosmologÁa, leyenda urbana y cósmica que hizo tropezar (otra vez) al mismÁsimo Iker Jiménez y otros tantos ufólogos y conspiranoicos, pero que revela una de las incógnitas y de la historia de la carrera espacial ¿Hay algún cadáver orbitando en el espacio exterior? ¿Qué pasa con los cuerpos inertes en el espacio?
Hay toda una lista de bulos, supuestos secretos de Estado o leyendas cósmicas que alimentan el morbo por el fiambre en gravedad 0. Son los llamados Astronautas fantasma. Historietas galácticas de expediciones frustradas y alimentadas por la propaganda nacionalista en la carrera espacial de las grandes potencias. Todo por minar la credibilidad del oponente.
El 99% son historias falsas, chismes como el de Iván Istochnikov o como la del 'Enano del KGB', un supuesto agente que viajó a la luna en la misión suicida del Lunojod 1. El Lunojod era todoterreno que permaneció 11 meses en el satélite durante 1970. Los soviéticos no confiaban en que la tecnologÁa de su paÁs fuera capaz de telemanejar un vehÁculo lunar durante tanto tiempo e inventaron un enano infiltrado que murió tras acabarse las provisiones del famoso astromóvil soviético. Atención al vehÁculo en el que se supone pasó lo 11 meses el desafortunado funcionario.

Pero el récord de cadáver orbitando sobre nuestro planeta lo tiene también el primer astronauta que murió dando vueltas a la Tierra. No fue un hombre y fue premeditado. La perra Laika pasó siete horas en el espacio con el corazón latiendo y casi medio año viajando con él parado. Paradójicamente no murió por ninguno de los condicionantes que hace imposible la supervivencia de un mamÁfero a 200 kilómetros de altura: murió por el estrés que supuso todo el lanzamiento y por el fallo de los sistemas de control de temperatura de la cápsula.
La nave y el cuerpo de Laika se desintegraron al entrar en contacto con la atmósfera el 14 de abril de 1958, 163 dÁas después de su lanzamiento. A pesar de que la agencia espacial soviética sabÁa que era imposible una reentrada segura y tenÁa preparado un veneno para administrar al animal, su maquinaria propagandÁstica trabajó por vender la idea de un perro en paracaÁdas que la mala suerte de un fallo mecánico habÁa frustrado.
Hay un solo caso probado y documentado de ‘ataúd espacial’ con recuperación de cuerpos humanos. Se trata del accidente en 1971 de la Sozuz 11, cuando se separaba de la estación espacial Salyut 1 tras permanecer en ella 23 dÁas. Una historia conmovedora y que dio una importante lección a la carrera espacial soviética.
Por entonces -para ahorrar costes- los cosmonautas no llevaban trajes espaciales durante el retorno. Instantes después de que la Soyuz se separara de la estación, una pequeñÁsima válvula de presión de tan solo un milÁmetro -destinada al equilibrado de presión interior y exterior- falló y se abrió durante la separación modular. Las pulsaciones de los tres cosmonautas de la misión Vladislav Vólkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsayev eran en ese momento 120, 80 y 100, respectivamente. En solo unos segundos el pulso de Vólkov pasó a 180 y el de Dobrovolski a 114 por el susto y el disparo de las alarmas sonoras.
Unos 20 segundos después de la fuga los tres estaban ya inconscientes. A los 110 segundos los corazones estaban ya detenidos. Esos eran todos los datos registrados en directo desde Tierra ya que los cosmonautas habÁan apagado la radio para oÁr mejor la procedencia de la fuga e intentar repararla, procedimiento que ya en tierra habÁa sido un completo fracaso, tardando siempre más de 50 segundos en localizar la fuga y taponarla.
La cápsula era ya un ataúd flotante. A más de 200 kilómetros de la Tierra y a merced de la gravedad y los procedimientos automáticos de reentrada. En tierra no barruntaron nada hasta que la radio del equipo de rescate primario lanzó el temido codigo 111 desde la estepa kazaja y después de abrir la escotilla: "Tripulación fallecida". Los tres cuerpos estaban dentro de la cápsula, enteros, sin signos de violencia y tras una ‘muerte dulce’ por asfixia. A partir del accidente todas las expediciones soviéticas llevarÁan trajes de presión para combatir eficazmente posibles incidentes similares.
Pero sÁ, hay cadáveres humanos orbitando sobre nuestras cabezas e incluso descansando para siempre en la Luna o rumbo a Plutón.

Shoemaker, único humano enterrado en la luna
El protocolo estaba cargado de simbolismo y emotividad: la sonda se estrellarÁa a 6.000 kilómetros por hora contra uno de los cráteres lunares que llevaba el nombre del astrofÁsico y que él mismo habÁa catalogado, enterrando y mezclando para siempre sus cenizas con el fino polvo lunar.
El 21 de abril de 1997 el Minisat I, primer satélite artificial fabricado en España, ponÁa en órbita a más de 550 kilómetros de altura las cenizas de 24 excéntricos y ricos ciudadanos estadounidenses, inaugurando la fase comercial de la pompas espaciales. Entre ellos Gene Roddenberry.