La historia del partido de la muerte
Publicado: Mar Feb 26, 2013 9:31 am
La historia del fútbol mundial incluye miles de episodios emotivos y conmovedores, pero seguramente ninguno sea tan terrible como el que protagonizaron los jugadores del Dinamo de Kiev en los años 40.
AquÁ está la historia de los jugadores del DÁnamo que jugaron un partido sabiendo que si ganaban serÁan asesinados, y sin embargo decidieron ganar. En la muerte dieron una lección de coraje, de vida y honor, que no encuentra, por su dramatismo, otro caso similar en el mundo.
Para comprender su decisión, es necesario conocer cómo llegaron a jugar aquel decisivo partido, y por qué un simple encuentro de fútbol presentó para ellos el momento crucial de sus vidas.
Todo comenzó el 19 de septiembre de 1941, cuando la ciudad de Kiev (capital ucraniana) fue ocupada por el ejército nazi, y los hombres de Hitler desplegaron un régimen de castigo sin piedad y arrasaron con todo.
La ciudad se convirtió en un infierno controlado por los nazis, y durante los meses siguientes llegaron cientos de prisioneros de guerra, a los que no se permitÁa trabajar ni vivir en casas, por lo que todos vagaban por las calles, en la más absoluta indigencia. Entre aquellos soldados enfermos y desnutridos, estaba Nikolai Trusevich, quien habÁa sido portero del Dinamo de Kiev.
Josef Kordik, un panadero alemán a quien los nazis no perseguÁan, precisamente por su origen, era hincha fanático del Dinamo. Un dÁa caminaba por la calle cuando, sorprendido, miró a un pordiosero y de inmediato se dio cuenta de que era su Ádolo: el gigante Trusevich.
Aunque era ilegal, mediante artimañas, el comerciante alemán engaño a los nazis y contrató al arquero para que trabajara en su panaderÁa. Su afán por ayudarlo fue valorado por el arquero, que agradecÁa la posibilidad de alimentarse y dormir bajo un techo. Al mismo tiempo, Kordik se emocionaba por haber hecho amistad con la estrella de su equipo.
En la convivencia, las charlas giraban siempre sobre el fútbol y el Dinamo, hasta que el panadero tuvo una idea genial: le encomendó a Trusevich que en lugar de trabajar como él amasando pan, se dedicara a buscar al resto de sus compañeros. No sólo le seguirÁa pagando, sino que juntos podÁan salvar a los otros jugadores.
El arquero recorrió lo que quedaba de la ciudad devastada dÁa y noche, y entre heridos y mendigos fue descubriendo, uno a uno, a sus amigos del Dinamo. Kordik les dio trabajo a todos, esforzándose para que no se descubriera la maniobra. Trusevich encontró también algunos rivales del campeonato ruso, tres futbolistas del Lokomotiv, y también los rescató. En pocas semanas, la panaderÁa escondÁa entre sus empleados a un equipo completo.
Reunidos por el panadero, los jugadores no tardaron en dar el siguiente paso, y decidieron, alentados por su protector, volver a jugar. Era, además de escapar de los nazis, lo único que podÁan hacer. Muchos habÁan perdido a sus familias a manos del ejército de Hitler, y el fútbol era la última sombra que sobrevivÁa de sus vidas anteriores.
Como el DÁnamo estaba clausurado y prohibido, le dieron a su conjunto un nuevo nombre. AsÁ nació el FC START, que a través de contactos alemanes comenzó a desafiar a equipos de soldados enemigos y selecciones de la órbita del III Reich.
El 7 de junio de 1942, jugaron su primer partido. Pese a estar hambrientos y haber trabajado toda la noche, vencieron 7 a 2. Su siguiente rival fue el equipo de una guarnición húngara y le ganaron 6 a 2. Luego le metieron 11 goles a un equipo rumano. La cosa se puso seria cuando el 17 de julio enfrentaron a un equipo del ejército alemán y lo golearon 6 a 2.
Muchos nazis empezaron a molestarse por la creciente fama de este grupo de empleados de panaderÁa y le buscaron un equipo mejor para terminar con ellos. Llego MSG húngaro con la misión de derrotarlos, pero el FC Start lo aplastó 5 a 1, y más tarde, ganó 3 a 2 en la revancha.
El 6 de agosto, convencidos de su superioridad, los alemanes prepararon un equipo con miembros de la Luftwaffe, el Flakelf, que era un gran equipo, utilizado como instrumento de propaganda de Hitler. Los nazis habÁan resuelto buscar el mejor rival posible para acabar con el FC Start, que ya habÁa ganado gran popularidad en el pueblo sometido. La sorpresa fue mayúscula, sin embargo, porque pese a las patadas de los alemanes, el FC Start venció 5 a 1.
Luego de esa escandalosa caÁda del equipo de Hitler, los alemanes descubrieron la maniobra del panadero. Desde BerlÁn llego la orden de matarlos a todos, pero los jerarcas nazis no se contentaban con eso. No querÁan que la última imagen de los rusos fuera una victoria, porque pensaban que matándolos asÁ no harÁan más que perpetuar la derrota alemana.
La superioridad de la raza aria, en particular en el deporte, era una obsesión para Hitler y los altos mandos. Por esa razón, antes de fusilarlos, querÁan ganarles en la cancha.
Con un clima tremendo y amenazas por todas partes, para el 9 de agosto se anuncio la revancha, en el repleto estadio Zénit. Antes del choque, un oficial de la SS entró en el vestuario y dijo en ruso: “soy el árbitro, respeten las reglas y saluden con el brazo en altoâ€, exigiéndoles que hicieran el saludo nazi.
Ya en el campo, los futbolistas del START (camiseta roja y pantalón blanco) alzaron el brazo, pero en el momento del saludo se lo llevaron al pecho y en lugar de decir “¡Heil Hitler!â€, gritaronâ€Â¡Fizculthura!â€, un eslogan soviético que proclamaba la cultura fÁsica. Los alemanes (camiseta blanca y pantalón negro) marcaron el primero gol, pero el Start llegó al descanso ganando 2 a 1.
Hubo más visitas al vestuario, esta vez con armas y advertencias claras y concretas: “si ganan, no queda nadie vivoâ€. Los jugadores tuvieron mucho miedo y se plantearon no salir al segundo tiempo. Pero pensaron en sus familias, en los crÁmenes que se cometÁan, en la gente sufrida que en las tribunas gritaba por ellos. Y salieron.
Les dieron a los nazis un verdadero baile. Hacia el final del partido, cuando ganaban 5 a 3, el delantero Klimenko quedo mano a mano con el arquero alemán. Lo eludió y al estar solo frente al arco, cuando todos esperaban el gol, se dio vuelta y pateó hacia el centro del campo. Fue un gesto de desprecio, de burla, de superioridad total. El estadio se vino abajo.
Como todo Kiev hablaba de la hazaña, los nazis dejaron que se fueran de la cancha como si nada hubiera ocurrido. Incluso el Start jugó a los pocos dÁas y le ganó al Rukh 8 a 0. Pero el final estaba escrito: tras ese último partido, la Gestapo visitó la panaderÁa una semana después y los miembros del equipo fueron acusados de ser espÁas de la NKVD. Esta acusación basaba su fundamento en que el DÁnamo era un club asociado a la policÁa secreta. Pero, cualquier cosa hubiese valido.
El primero en morir torturado fue Kortkykh. Los demás arrestados fueron enviados a los campos de concentración de Siretz. AllÁ mataron brutalmente a Kuzmenko, Klimenko y al arquero Trusevich, que murió con su camiseta puesta. Goncharenko y Sviridovsky, que no estaban en la panaderÁa, fueron los únicos que sobrevivieron, escondidos, hasta la liberación de Kiev en noviembre del 43. El resto del equipo fue torturado hasta la muerte.
En el estadio al dÁa de hoy hay una placa que recuerda a estos jugadores con una inscripción que dice: “A los jugadores que murieron con la frente en alto ante el invasor naziâ€.
Esta es la historia del dramático “Partido de la Muerteâ€. El cineasta John Huston se inspiró en este hecho real para rodar su pelÁcula “Escape a la victoria†en 1981, pero ambientada en ParÁs y no en Kiev. En el film hizo lo que no pudo el destino: salvar a los héroes.
TodavÁa hoy, los poseedores de una entrada para aquel partido tienen derecho a un asiento gratis en el estadio del Dinamo de Kiev. En las escalinatas del club, custodiado en forma permanente, se conserva actualmente un monumento que saluda y recuerda a aquellos héroes del FC Start, los indomables prisioneros de guerra del Ejército Rojo a los que nadie pudo derrotar durante una decena de históricos partidos, entre 1941 y 1942.Los mataron entre torturas y fusilamientos, pero hay un recuerdo, una fotografÁa que, para los hinchas del Dinamo, vale más que todas las joyas del Kremlin.
AllÁ figuran los nombres de los jugadores y una leyenda: “De la rosa solo nos queda el nombreâ€.

Esta es la única foto que se conserva de aquellos jugadores que no se doblegaron ante los nazis y hoy se los recuerda como héroes.
AquÁ está la historia de los jugadores del DÁnamo que jugaron un partido sabiendo que si ganaban serÁan asesinados, y sin embargo decidieron ganar. En la muerte dieron una lección de coraje, de vida y honor, que no encuentra, por su dramatismo, otro caso similar en el mundo.
Para comprender su decisión, es necesario conocer cómo llegaron a jugar aquel decisivo partido, y por qué un simple encuentro de fútbol presentó para ellos el momento crucial de sus vidas.
Todo comenzó el 19 de septiembre de 1941, cuando la ciudad de Kiev (capital ucraniana) fue ocupada por el ejército nazi, y los hombres de Hitler desplegaron un régimen de castigo sin piedad y arrasaron con todo.
La ciudad se convirtió en un infierno controlado por los nazis, y durante los meses siguientes llegaron cientos de prisioneros de guerra, a los que no se permitÁa trabajar ni vivir en casas, por lo que todos vagaban por las calles, en la más absoluta indigencia. Entre aquellos soldados enfermos y desnutridos, estaba Nikolai Trusevich, quien habÁa sido portero del Dinamo de Kiev.
Josef Kordik, un panadero alemán a quien los nazis no perseguÁan, precisamente por su origen, era hincha fanático del Dinamo. Un dÁa caminaba por la calle cuando, sorprendido, miró a un pordiosero y de inmediato se dio cuenta de que era su Ádolo: el gigante Trusevich.
Aunque era ilegal, mediante artimañas, el comerciante alemán engaño a los nazis y contrató al arquero para que trabajara en su panaderÁa. Su afán por ayudarlo fue valorado por el arquero, que agradecÁa la posibilidad de alimentarse y dormir bajo un techo. Al mismo tiempo, Kordik se emocionaba por haber hecho amistad con la estrella de su equipo.
En la convivencia, las charlas giraban siempre sobre el fútbol y el Dinamo, hasta que el panadero tuvo una idea genial: le encomendó a Trusevich que en lugar de trabajar como él amasando pan, se dedicara a buscar al resto de sus compañeros. No sólo le seguirÁa pagando, sino que juntos podÁan salvar a los otros jugadores.
El arquero recorrió lo que quedaba de la ciudad devastada dÁa y noche, y entre heridos y mendigos fue descubriendo, uno a uno, a sus amigos del Dinamo. Kordik les dio trabajo a todos, esforzándose para que no se descubriera la maniobra. Trusevich encontró también algunos rivales del campeonato ruso, tres futbolistas del Lokomotiv, y también los rescató. En pocas semanas, la panaderÁa escondÁa entre sus empleados a un equipo completo.
Reunidos por el panadero, los jugadores no tardaron en dar el siguiente paso, y decidieron, alentados por su protector, volver a jugar. Era, además de escapar de los nazis, lo único que podÁan hacer. Muchos habÁan perdido a sus familias a manos del ejército de Hitler, y el fútbol era la última sombra que sobrevivÁa de sus vidas anteriores.
Como el DÁnamo estaba clausurado y prohibido, le dieron a su conjunto un nuevo nombre. AsÁ nació el FC START, que a través de contactos alemanes comenzó a desafiar a equipos de soldados enemigos y selecciones de la órbita del III Reich.
El 7 de junio de 1942, jugaron su primer partido. Pese a estar hambrientos y haber trabajado toda la noche, vencieron 7 a 2. Su siguiente rival fue el equipo de una guarnición húngara y le ganaron 6 a 2. Luego le metieron 11 goles a un equipo rumano. La cosa se puso seria cuando el 17 de julio enfrentaron a un equipo del ejército alemán y lo golearon 6 a 2.
Muchos nazis empezaron a molestarse por la creciente fama de este grupo de empleados de panaderÁa y le buscaron un equipo mejor para terminar con ellos. Llego MSG húngaro con la misión de derrotarlos, pero el FC Start lo aplastó 5 a 1, y más tarde, ganó 3 a 2 en la revancha.
El 6 de agosto, convencidos de su superioridad, los alemanes prepararon un equipo con miembros de la Luftwaffe, el Flakelf, que era un gran equipo, utilizado como instrumento de propaganda de Hitler. Los nazis habÁan resuelto buscar el mejor rival posible para acabar con el FC Start, que ya habÁa ganado gran popularidad en el pueblo sometido. La sorpresa fue mayúscula, sin embargo, porque pese a las patadas de los alemanes, el FC Start venció 5 a 1.
Luego de esa escandalosa caÁda del equipo de Hitler, los alemanes descubrieron la maniobra del panadero. Desde BerlÁn llego la orden de matarlos a todos, pero los jerarcas nazis no se contentaban con eso. No querÁan que la última imagen de los rusos fuera una victoria, porque pensaban que matándolos asÁ no harÁan más que perpetuar la derrota alemana.
La superioridad de la raza aria, en particular en el deporte, era una obsesión para Hitler y los altos mandos. Por esa razón, antes de fusilarlos, querÁan ganarles en la cancha.
Con un clima tremendo y amenazas por todas partes, para el 9 de agosto se anuncio la revancha, en el repleto estadio Zénit. Antes del choque, un oficial de la SS entró en el vestuario y dijo en ruso: “soy el árbitro, respeten las reglas y saluden con el brazo en altoâ€, exigiéndoles que hicieran el saludo nazi.
Ya en el campo, los futbolistas del START (camiseta roja y pantalón blanco) alzaron el brazo, pero en el momento del saludo se lo llevaron al pecho y en lugar de decir “¡Heil Hitler!â€, gritaronâ€Â¡Fizculthura!â€, un eslogan soviético que proclamaba la cultura fÁsica. Los alemanes (camiseta blanca y pantalón negro) marcaron el primero gol, pero el Start llegó al descanso ganando 2 a 1.
Hubo más visitas al vestuario, esta vez con armas y advertencias claras y concretas: “si ganan, no queda nadie vivoâ€. Los jugadores tuvieron mucho miedo y se plantearon no salir al segundo tiempo. Pero pensaron en sus familias, en los crÁmenes que se cometÁan, en la gente sufrida que en las tribunas gritaba por ellos. Y salieron.
Les dieron a los nazis un verdadero baile. Hacia el final del partido, cuando ganaban 5 a 3, el delantero Klimenko quedo mano a mano con el arquero alemán. Lo eludió y al estar solo frente al arco, cuando todos esperaban el gol, se dio vuelta y pateó hacia el centro del campo. Fue un gesto de desprecio, de burla, de superioridad total. El estadio se vino abajo.
Como todo Kiev hablaba de la hazaña, los nazis dejaron que se fueran de la cancha como si nada hubiera ocurrido. Incluso el Start jugó a los pocos dÁas y le ganó al Rukh 8 a 0. Pero el final estaba escrito: tras ese último partido, la Gestapo visitó la panaderÁa una semana después y los miembros del equipo fueron acusados de ser espÁas de la NKVD. Esta acusación basaba su fundamento en que el DÁnamo era un club asociado a la policÁa secreta. Pero, cualquier cosa hubiese valido.
El primero en morir torturado fue Kortkykh. Los demás arrestados fueron enviados a los campos de concentración de Siretz. AllÁ mataron brutalmente a Kuzmenko, Klimenko y al arquero Trusevich, que murió con su camiseta puesta. Goncharenko y Sviridovsky, que no estaban en la panaderÁa, fueron los únicos que sobrevivieron, escondidos, hasta la liberación de Kiev en noviembre del 43. El resto del equipo fue torturado hasta la muerte.
En el estadio al dÁa de hoy hay una placa que recuerda a estos jugadores con una inscripción que dice: “A los jugadores que murieron con la frente en alto ante el invasor naziâ€.
Esta es la historia del dramático “Partido de la Muerteâ€. El cineasta John Huston se inspiró en este hecho real para rodar su pelÁcula “Escape a la victoria†en 1981, pero ambientada en ParÁs y no en Kiev. En el film hizo lo que no pudo el destino: salvar a los héroes.
TodavÁa hoy, los poseedores de una entrada para aquel partido tienen derecho a un asiento gratis en el estadio del Dinamo de Kiev. En las escalinatas del club, custodiado en forma permanente, se conserva actualmente un monumento que saluda y recuerda a aquellos héroes del FC Start, los indomables prisioneros de guerra del Ejército Rojo a los que nadie pudo derrotar durante una decena de históricos partidos, entre 1941 y 1942.Los mataron entre torturas y fusilamientos, pero hay un recuerdo, una fotografÁa que, para los hinchas del Dinamo, vale más que todas las joyas del Kremlin.
AllÁ figuran los nombres de los jugadores y una leyenda: “De la rosa solo nos queda el nombreâ€.

Esta es la única foto que se conserva de aquellos jugadores que no se doblegaron ante los nazis y hoy se los recuerda como héroes.